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Reflexión
Anticolonialismo
Cayetano Fernández: “El racismo es un producto histórico de la modernidad europea”
El Salto
2020-03-25
Por Cayetano Fernández, Elena García

Fernández es miembro de Kale Amenge, organización política gitana que, desde la independencia y una óptica decolonial, lucha por la emancipación del pueblo gitano.


Foto: Djime Dourado

Cayetano Fernández es licenciado en Filosofía, realizó una diplomatura en Estudios Avanzados (DEA) en Antropología Social y Cultural y trabaja como investigador en el Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coimbra, en Portugal. Forma parte de la asociación Kale Amenge, que significa “gitanos por los nuestros”, desde la que reivindica el fin de las políticas integracionistas, la autonomía política y la emancipación del pueblo gitano. Conversamos con él sobre antigitanismo, antirracismo político y unión de las comunidades racializadas.

¿Qué es Kale Amenge? ¿qué hacéis?
Kale Amenge es una organización política gitana que, desde la independencia y una óptica decolonial, trabaja para la emancipación de nuestro pueblo. La mayoría de los y las militantes provenimos de distintas experiencias políticas y de distintos ámbitos y corrientes de la izquierda. Al final, lo que nos lleva a unirnos a todos es una doble frustración: la frustración de ver cómo la ideología de la integración ha dominado todo un sistema de ONG creado para funcionar como la administración colonial de nuestro pueblo y, por otro lado, la frustración que generaba que en los partidos de izquierdas no se entendiese ni confrontase el racismo antigitano. Eso provoca que demos un paso fuera de esas estructuras y decidamos construir Kale Amenge con un objetivo claro: la emancipación y la autonomía política gitana. Construir un espacio donde podamos dejar de estar atados por esas lógicas de la integración y empezar a construir modelos de emancipación desde el antirracismo político.

¿Qué elementos comparten los gitanos de distintas partes del mundo?
Con la intención de dividirnos, los académicos blancos han puesto mucho énfasis en intentar fragmentar aquellos elementos que nos son comunes, como nuestra cultura, origen histórico y lengua. Se ha escrito mucho sobre eso. Sin embargo, esa mirada ha ignorado un elemento compartido por todas las personas gitanas, y que para mí es el más importante: la posicionalidad política, es decir, el encarnar socialmente esa posición que la visión paya ha creado sobre qué significa ser gitano para poder así autoconstruirse idealmente como contraposición, como el hombre blanco, civilizado, salvador, racional, etc., dentro de la lógica dominadora de la modernidad. De hecho, la forma en que se construyen las narrativas payas sobre los gitanos coinciden en esencia en los diversos países de Europa, y eso es precisamente porque lo que acompaña ese proceso es la ‘invención’ del hombre blanco europeo, esa ficción mediante la cual la sociedad paya se piensa a sí misma.

¿Cómo os afecta la imagen tradicional del gitano en la sociedad española?
La imagen actual es heredera de esa construcción histórica originada dentro de los márgenes de la modernidad europea que permite que hoy en día un hombre europeo o español pueda pensarse a sí mismo como se piensa en cuanto a su posición social y política. En la historia podemos rastrear numerosos ejemplos y todos tienen la misma finalidad, la deshumanización del pueblo gitano y su vinculación esencialista a la idea de un pueblo bárbaro, sin cultura, sin capacidad ni agencia política, etc. En definitiva, lo que se ha llamado historia gitana, que es escrita por payos, no es la historia de nuestros antepasados sino la propia autorreflexión paya sobre sí mismos. De alguna forma, necesitan crear un contraejemplo para educar a sus hijos en lo que no tienen que ser. Esa idea del gitano va a englobar todas las frustraciones y todos los miedos de la epistemología paya así como las instituciones sociales construidas sobre ella.
Todo esto da lugar a numerosos estereotipos y prejuicios en tanto que se genera una imagen del gitano como si no fuese suficientemente humano, pero, sobre todo, lo que genera es la validación del antigitanismo como un sistema de dominación que ya no se basa en estereotipos o prejuicios individuales sino en la estructura que sustenta la misma construcción del Estado y de sus instituciones. Y a la vez que se genera ese sistema de dominación basado en la raza, se genera como único modelo de solución lo que llamo la “ideología de la integración”, que da lugar a toda una serie de mecanismos de control y dominio de nuestro pueblo. Desde la misma distribución espacial, la creación de guetos en el Estado español, el sistema penitenciario, el sistema escolar, etc…

La batalla contra el antigitanismo no se puede limitar a intentar cambiar prejuicios, tiene que entender que este sistema de dominación anida en el Estado mismo y sus instituciones

¿Qué es entonces el antigitanismo?
El antigitanismo es un sistema de dominación basado en la raza que tiene raíces históricas en la modernidad y que obedece a la construcción del hombre blanco europeo como modelo de humanidad, deshumanizando así a todos los demás. Como gitanos, se nos considera no suficientemente humanos, por lo tanto, se nos niega esa capacidad política de autodeterminación y, a la vez, para cerrar el círculo, esto sirve de justificación para la puesta en marcha de una “ideología de la integración” que lo que pretende es “civilizarnos” dentro de lo que ellos consideran que es la civilización.

Por eso la batalla contra el antigitanismo no se puede limitar a intentar cambiar prejuicios o ciertas ideas erróneas en la mente de los payos, sino entender que este sistema de dominación anida en el Estado mismo y sus instituciones. Dicho de otra manera, el problema no es que haya profesores, policías, jueces o asistentes sociales racistas, el problema es que el sistema educativo, judicial, penitenciario, etc. están todos ellos construidos sobre la base del antigitanismo. El antigitanismo es principalmente un racismo de Estado.

¿Qué le debe el Estado español al pueblo gitano?
La deuda principal es la cuestión de la reparación histórica y el reconocimiento de nuestros derechos colectivos. No se está negociando todavía ningún tipo de política de reparación histórica hacia nuestro pueblo. La Gran Redada, que se produjo el 30 de Julio de 1749, fue el primer intento de exterminio del pueblo gitano y no la Segunda Guerra Mundial. Esa misma noche se separan a los hijos mayores de 7 años de sus madres, a las madres las aprisionan en conventos y distintos lugares, a los hombres los envían a hacer trabajos forzados con la idea de que muriesen todos y se extinguiesen los gitanos. La solución al problema gitano era exterminarnos. Todo este tipo de cosas hay que tenerlas en cuenta a la hora de poner en marcha políticas de reparación histórica que hagan justicia y que, de alguna manera, tengan en cuenta la situación en la que hoy está el pueblo gitano, de excluido, de empobrecido y demás. Es un producto de todo ese proceso histórico. En vez de reconocerse todo esto, lo que se hace a menudo es culparnos. El racismo es, por tanto, un producto histórico de la modernidad europea que requiere de reparación y de medidas políticas para poder confrontarlo.

Como decía, esto no es una cuestión de que haya prejuicios contra nosotros, sino que es la misma estructura de Estado la que está construida dentro de esas lógicas racistas y, por lo tanto, cambiar todo eso requiere de un proyecto político radical, en el sentido de que vaya a la raíz del problema.

¿En qué consisten la actual lucha y la resistencia romaníes, qué tienen que aportar las nuevas generaciones gitanas?
Una de las principales batallas en las que estamos inmersos es la de construir nuestra propia autonomía política, romper con todas esas décadas de integracionismo que se nos han impuesto, romper con todo el asistencialismo y el paternalismo, que ha sido creado por el mismo Estado a través de tentáculos onegeristas. Muchas de esas ONG cumplen el rol de la administración colonial gitana en nuestros días y son responsables de la despolitización de nuestra lucha. Hay que dejar de lado toda esa estructura y toda la fascinación por ese mundo y confiar en nosotros mismos y nuestra independencia. Se trata de construir autonomía política. Entre otras cosas por eso construimos Kale Amenge, es necesario romper conceptualmente y políticamente con las narrativas del blanco y también de salir de los espacios políticos del payo para crear nuestras propias estructuras y herramientas políticas. Sobre todo, para defender nuestra propia agenda política al margen de las estructuras racistas del Estado y de los partidos políticos payos que les sirven de cómplices. La autonomía política romaní y nuestra autodeterminación son imposibles de alcanzar dentro de organizaciones payas encuadradas en un sistema estructuralmente racista.

Compartís espacios de lucha con otras comunidades racializadas, ¿qué elementos os unen?
Desde el origen de Kale Amenge nuestro objetivo era construir ese espacio político de autonomía gitana y utilizar también eso para contribuir a la creación de un sujeto político racializado en el Estado español. Desde el principio hemos estado trabajando cercanamente con colectivos de afrodescendientes, musulmanes, migrantes, etc., con la idea de construir ese espacio. Nuestros derechos colectivos como gitanos son vulnerados cada día en este país y nuestra agenda política colectiva empujada al margen del debate político. Ahora bien, tenemos que entender que dentro de esa marginalidad no estamos solos, ese mismo espacio lo compartimos con afrodescendientes, con musulmanes, con migrantes, etc. Y si nuestro proyecto común es acabar con el dominio del hombre blanco y quitarlo de ese pedestal donde la modernidad europea lo ha colocado, nuestro objetivo no es quitar ese sujeto para colocar otro porque entonces estaríamos reproduciendo las mismas lógicas. Lo que se trata es de destrozar ese pedestal para poder construir un mundo nuevo y eso nos obliga a poner en marcha una serie de alianzas, tenemos que dejar de mirar hacia arriba y empezar a mirar hacia los lados y darnos cuenta de que nuestras luchas tienen mucho que ver. El hecho de que a nosotros se nos obvie de la historia de este país tiene mucho que ver con el hecho de que se ignore la existencia del comercio de esclavos que hubo en España y todo lo que supuso y sigue suponiendo el legado colonial español, incluso con la misma Ley de extranjería. Elementos como estos son los que a nuestro entender deberían de servir de base a una agenda antirracista y a las alianzas entre racializados, que son las alianzas que nosotros consideramos naturales.

No podrá haber proyecto de ruptura antirracista sin crear una agenda común y una estructura autónoma que aúne las iniciativas racializadas que militan en el antirracismo político.

¿Qué supone hoy en día construir el antirracismo político?, ¿por dónde pasaría esta construcción?
Está claro que no podrá haber proyecto de ruptura antirracista sin crear una agenda común y una estructura autónoma que aúne las iniciativas racializadas que militan en el antirracismo político. Se trata de poner la raza y el racismo en el centro de nuestro análisis y, a partir de ahí, construir una propuesta política coherente. La fase de confrontar el antirracismo moral más o menos se está superando, de alguna manera estamos consiguiendo reenfocar la lucha antirracista hacia el verdadero problema, el racismo imbricado en las propias estructuras del Estado. Esa fue la primera batalla, ahora es necesario dar pasos hacia adelante y asumir conscientemente que la autonomía que precisa el antirracismo político es incompatible con la complicidad con la agenda del blanco y con depender de sus estructuras y herramientas conceptuales.

Por ahí es por donde pasa la construcción del antirracismo político. Obviamente la construcción de esas estructuras autónomas y de la agenda común del antirracismo político son tareas complejas, que no surgen espontáneamente, sino que requieren del esfuerzo militante y compromiso político de los grupos racializados. Ahora bien, el hecho de que no sea una tarea sencilla no lo hace menos indispensable, ni menos urgente. Cualquier otra tarea o alianza carece de sentido frente a la urgencia de construir la organización autónoma del antirracismo político que sea capaz de desarrollar las aspiraciones emancipadoras de los racializados con independencia y sin caer en las trampas de la agenda, los tiempos y condiciones del blanco. Esta tarea se ha hecho incluso más urgente tras las últimas elecciones y el ascenso de la extrema derecha, cosa que nos preocupa doblemente, tanto por la agenda abiertamente racista de Vox como por la tendencia blanca a no ver racismo más que en la extrema derecha. El racista para nuestra gente no es exclusivamente el hooligan de extrema derecha, la mayor parte de las veces se presenta en forma de juez, profesor, policía, trabajador social o bajo cualquier otra forma respetable y avalada por los valores de la sociedad mayoritaria. Para nosotros el ciclo político actual no empieza con la irrupción de Vox, empezó hace ya más de 500 años.



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