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Reflexión
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En el cielo de mayo
AN Original
2021-05-25
Por Verónica Córdova

A principios de mayo se inició el tiempo de la Chakana: tiempo de reconstituir, de enderezar y de recomponer nuestro camino. El tiempo de la Chakana es el tiempo de la madurez, mayo, cuando la cruz del sur se alinea en el cielo y los frutos están listos para la cosecha. Se termina el ciclo anual, es tiempo de mirar hacia atrás para reconducirnos en lo venidero. Madurez en la naturaleza y en los seres humanos: ya sabemos lo suficiente para entender en lo que erramos, pero todavía hay tiempo por delante para corregir y re-encaminarnos.

En el centro de la Chakana está el Taypi, el centro ritual, el ombligo donde se cruzan todas las divisiones. Es el espacio de la mediación y del equilibrio, donde por fuerza se encuentran todos los opuestos. Ahí es donde se realiza el 3 de mayo el Tinku: rito sexual, simbólico y violento, donde las mitades se encuentran para derramar sangre un día, evitando así que se derrame sangre el resto del año. Dice Fernando Montes que el Tinku es una cópula simbólica que exacerba hasta la violencia las contradicciones entre las dos partes enfrentadas, para así poder integrarlas plenamente. Solo después de la máxima intensidad del conflicto, es que se logra la verdadera unidad.

Hay mucha sabiduría en esa concepción de mundo, simbolizada por la Chakana o la cruz escalonada andina. No es necesariamente malo que haya parcialidades, contradicciones, divisiones, siempre que exista un Taypi donde encontrarnos para restablecer los equilibrios perdidos. El mundo no puede ser unívoco, sólido, terminado: debe haber espacio siempre para ver con los dos ojos, para tocar con las dos manos. Un pie avanza mientras el otro sostiene el peso del cuerpo. El mundo debe ser fluido, negociado, no puede solo sostenerse en los extremos dicotómicos de un “sí” o un “no”. Tiene que haber espacio para el “cómo será pues”: un sí que tiene algo de no, una negación que a la vez afirma un poco.

Es en la violencia de las afirmaciones tajantes donde se imposibilita el diálogo y se pierde el Taypi. La guerra empieza cuando vemos el universo como una dialéctica irreconciliable, con opuestos maniqueos que deben destruirse uno al otro para sobrevivir como verdades. La paz se hace imposible cuando mi verdad no acepta otras verdades posibles, y asume que todo lo que no comprende es falso, necesariamente. El diálogo es inalcanzable cuando no me basta con argumentar mis verdades: debo descalificar, degradar y hasta exterminar a quien no las comparte.

Para poder convivir entre distintos es importante que exista un Taypi que equilibre nuestras diferencias y enfatice nuestras complementariedades. Dice Montes que la representación perfecta de esta filosofía está en la relación sexual: “momentánea comunión en que macho y hembra disuelven sus límites individuales, armonizan sus antagonismos y conjuncionan sus disparidades para fusionarse en una estrecha unidad contradictoria”.

Resulta significativo que la raíz lingüística de la palabra Tinku no solo se aplica al encuentro físico, la confrontación, la competencia; sino también al encuentro sexual, al descubrimiento o conocimiento del otro en toda su diferencia —que es, en la mayoría de los casos, lo que nos atrae de una potencial pareja.

Sexo, equilibrio, madurez, violencia, frutos, noche, verdad, encuentro, diálogo, Chakana. ¡Cuánto nos pueden enseñar cuatro estrellas alineadas en el cielo de mayo!


Verónica Córdova es cineasta boliviana.