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Reflexión
La Travesía Por La Vida Y El Internacionalismo Zapatista
Rompeviento TV
2021-05-17
Por Rosalva Aída Hernández Castillo

El día de hoy, 3 de mayo, siete representantes del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) zarpan desde Isla Mujeres,  en el barco “La Montaña”, con destino al  puerto de Vigo, en Galicia, España, iniciando una travesía que se propone recorrer los cinco continentes para articular luchas en la defensa de la vida y el planeta.

En esta primera delegación marítima van cuatro mujeres, dos hombres y una persona no binaria a quien denominan “otroa”, de ahí que se decidiera nombrar a la delegación “Escuadrón 4-2-1”. Conociendo la ironía y las referencias históricas que muchas veces hace el zapatismo, el nombre probablemente remita también al “Escuadrón 201”, la unidad de combate aéreo mexicana que durante la Segunda Guerra Mundial participó en la liberación de las Filipinas de las fuerzas imperiales japonesas, en el verano de 1945. Este escuadrón se ha convertido en un símbolo del internacionalismo mexicano contra el imperialismo, representado en las potencias del eje Alemania-Japón-Italia. Tal vez adelantándose a las críticas que se han hecho desde un nacionalismo recalcitrante, que no entiende las razones de vincularse a otras luchas “cuando hay tantos problemas en el país”, la referencia al Escuadrón 201 nos recuerda una tradición de internacionalismo que ha sido parte de nuestra historia.

Esta vez el “Escuadrón 421” no está integrado por militares, ni es una unidad de combate, sino que está formado por bases de apoyo zapatistas que tienen la misión de articular alianzas en la lucha por la vida y abonar a las semillas de la resistencia, como señalaron en uno de sus comunicados: “No sólo para abrazar a quienes en el continente europeo se rebelan y resisten, también para escuchar y aprender de sus historias, geografías, calendarios y modos”  (ver Una montaña en altamar | Camino al andar). Esta primera delegación, que será seguida por otra vía aérea, está integrada por cuatro mujeres indígenas: Lupita (de 19 años, tsotsil), Carolina (de 26 años, también tsotsil, pero ahora habitante de una comunidad autónoma tseltal), Ximena  (de 25 años, cho´ol) y Yuli (de 37 años, tojolabal y hablante también de tseltal), por  Marijose (39 años, tojolabal, quien se identifica como otroa: ni femenino ni masculino) y por dos hombres,  Bernal (de 57 años, tojolabal) y Darío (de 47 años, cho´ol). Todos ellos estuvieron quince días de cuarentena en una de las comunidades autónomas zapatistas en el “Semillero Comandante Ramona” para garantizar que no estuvieran contagiados de COVID19.

El recorrido que iniciaran en tierras gallegas incluirá visitas a comunidades en resistencia en Alemania, Austria, Bélgica, Bulgaria, Cataluña, Cerdeña, Chipre, Croacia, Dinamarca, Eslovenia, Estado Español, Finlandia, Francia, Grecia, Holanda, Hungría, Italia, Luxemburgo, Noruega, País Vasco, Polonia, Portugal, Reino Unido, Rumania, Rusia, Serbia, Suecia, Suiza, Turquía y Ucrania.

La conformación misma de la delegación, con una mayoría de mujeres, incluyendo a una mujer trans, es un reflejo de las transformaciones que se han dado al interior de las comunidades indígenas zapatistas, en donde la “Ley Revolucionaria de Mujeres”, dada a conocer desde el 1ro de enero de 1994, se ha convertido en parte de las normas comunitarias que rechazan cualquier forma de exclusión o violencia hacia las mujeres (https://mujeresylasextaorg.com/ley-revolucionaria-de-mujeres-zapatistas/). Siendo el primer movimiento revolucionario en América Latina que pone en el centro de su agenda política las demandas específicas de las mujeres, el zapatismo ha enfrentado el reto de transformar lo que las mujeres indígenas llaman “las malas costumbres”, herencia de 500 años de colonialismo, que coartaban su libertad de elección matrimonial y las excluían de los espacios de poder político y de la herencia de la tierra, entre otras violencias patriarcales. La inclusión de Marijose en la delegación es también reflejo de un cambio en las culturas homofóbicas y transfóbicas impuestas por el cristianismo (en sus distintas modalidades) en territorios indígenas. Esto distancia también al zapatismo de otros movimientos indígenas del continente, que, si bien denuncian la continuidad del colonialismo, siguen lamentablemente reproduciendo sus valores homofóbicos y patriarcales.

En el tono sarcástico que caracteriza la retórica del subcomandante Galeano (antes subcomandante Marcos), en uno de sus comunicados anunció que será Marijose la primera en desembarcar en el puerto de Vigo para dar una “cachetada con media negra para toda la izquierda heteropatriarcal”, y al pisar suelo europeo hará el siguiente anuncio: “A nombre de las mujeres, niños, hombres, ancianos y, claro, otroas zapatistas, declaro que el nombre de esta tierra, a la que sus naturales llaman ahora “Europa”, de aquí en adelante se llamará: SLUMIL K´AJXEMK´OP, que quiere decir “Tierra insumisa”, o “Tierra que no se resigna, que no desmaya”.  Y así será conocida por propios y extraños mientras haya aquí alguien que no se rinda, que no se venda y que no claudique” (http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2021/04/17/escuadron-421/). Estos comunicados han llevado a la prensa a referirse a la travesía por la vida como “la invasión inversa” o “la invasión que no es invasión”.

Como era de esperarse, este viaje ha despertado críticas virulentas entre los tradicionales detractores del zapatismo. En las redes sociales han encontrado espacio voces profundamente racistas que señalan que “estos indios deben ponerse a trabajar en vez de hacer turismo político”; o quienes recurren a las viejas teorías de la conspiración para señalar que es la Corona Británica la que financia el viaje, para desestabilizar a la 4T (¿¡).  Un tema constante que ha aparecido en las críticas se relaciona con la necesidad de concentrarnos en los problemas nacionales en este momento de crisis, en vez de distraernos con problemáticas que están muy lejos de la realidad mexicana.

Ante estas perspectivas, es importante recordar que la crisis sanitaria y socio-económica que estamos viviendo, ante la pandemia de COVID19, es una crisis global que ha puesto de manifiesto la interconexión del mundo, así como los límites de un modelo civilizatorio que se caracteriza por la mercantilización de la vida y la naturaleza. Hoy más que nunca urge articular resistencias para lograr las transformaciones profundas que se necesitan para salvar nuestro planeta y a quienes lo habitamos. Las perspectivas chauvinistas, que no pueden ver más allá de nuestras fronteras, siguen sin entender las raíces profundas de la crisis que vivimos.

COVID19 y la crisis del proyecto civilizatorio

Para la fecha en que escribo este artículo (30 de abril del 2021) los organismos internacionales reportan la existencia de 3.18 millones de muertes debidas al virus de COVID19 en el mundo[1], a la vez que los países más ricos acaparan dos tercios de la producción mundial de vacunas. Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha denunciado lo que llamó una “grotesca desigualdad en la distribución de las vacunas. (…) Los países ricos prefieren vacunar a gente joven y que no está en ninguna categoría de riesgo, a costa de que otros países no puedan vacunar a sus trabajadores sanitarios y personas mayores”. Paradójicamente, son los mismos países que acaparan las vacunas, demostrando una vez más su desprecio hacia la vida de los pobres del planeta, los que más han destruido la naturaleza, creando las condiciones para el surgimiento de enfermedades infecciosas zoonóticas, es decir, que son transmitidas por los animales.

Los orígenes de esta pandemia global deben contextualizarse en el marco de un proyecto civilizatorio que ha destruido la naturaleza en nombre del “desarrollo”, mercantilizado la vida y los recursos naturales que la posibilitan. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) ha presentado datos científicos en torno al coronavirus, señalando que al igual que el ébola, la gripe aviar, el síndrome respiratorio del Oriente Medio (MERS), el virus Nipah, el síndrome respiratorio agudo severo (SRAS),  se trata de enfermedades vinculadas a la actividad humana. La destrucción de los bosques que ha traído el desarrollo capitalista, ha conducido a contactos más cercanos entre la vida silvestre y los asentamientos humanos. Esto, aunado a la avicultura y porcicultura intensiva industrializada, ha creado los ambientes propicios para que los virus pasen de los animales a los seres humanos.[2] La capacidad de destrucción de la naturaleza del capitalismo global ha producido el desbalance ecológico que permite el surgimiento de nuevos virus. Por ejemplo, los virus asociados con los murciélagos surgieron debido a la pérdida de sus hábitats a causa de la deforestación y la expansión agrícola.

Esta realidad, aunada al desarrollo de los medios de comunicación,  ha creado un mundo global en el que las enfermedades viajan de un país a otro con una rapidez inédita en la historia de la humanidad. La intensificación del tráfico aéreo, a la vez que posibilita la transmisión más rápida de las enfermedades, contribuye de manera importante al cambio climático con las emisiones de dióxido de carbono.

Estamos pues ante una crisis global, que pone de manifiesto la necesidad de transformaciones profundas en las relaciones entre el ser humano y la naturaleza. Estas transformaciones solo serán posibles si se articulan esfuerzos a nivel mundial. Esto lo han tenido claro los zapatistas, que desde hace veintisiete años han estado creando espacios de articulación política entre sus proyectos autonómicos locales y las resistencias anticapitalistas en distintas regiones del mundo.  Esta travesía es un esfuerzo más por tejer resistencias e intercambiar experiencias para defender la vida en sus distintas manifestaciones, a todo lo largo y ancho del planeta.

Lo que tienen en común varios de los colectivos en resistencia que recibirán a la delegación zapatista en su viaje por Europa, es un rechazo a proyectos de destrucción y muerte, que justifican el despojo de territorios y la destrucción de tejidos comunitarios, a nombre del “progreso”.

Los contextos y luchas que visitara el “Escuadrón 421” son tan diversos como sus historias regionales y sus entornos ecológicos, y no pretendo ser exhaustiva en su descripción. Sin embargo, me interesaría hacer una aproximación a tres de ellos, para mostrar la importancia de aprender de estas experiencias y la manera en que las luchas locales por la vida están vinculadas entre sí, y nos competen de manera directa como mexicanos y como ciudadanos del mundo.

El Pueblo Sami y sus luchas contra el Tren Ártico

Una de las visitas programadas para la delegación zapatista es a las comunidades sami que se resisten a la construcción de un tren de alta velocidad (que viajará a unos 200 kilómetros por hora) que  conectará a Rovaniemi, capital lapona, con  la ciudad noruega de Kirkenes.  Al igual que el denominado “Tren Maya”, este proyecto no es solo de infraestructura ferroviaria, sino que se trata de un megaproyecto de ordenamiento territorial que es parte del “Corredor Ártico” que unirá a Helsinki, Pekín y Bruselas, incluyendo la construcción de un túnel bajo el mar Báltico comunicando a Helsinki con Tallin (Estonia).

Este proyecto partirá en dos el territorio sami, afectando su sobrevivencia. Las principales actividades económicas de este pueblo -de unas cien mil personas distribuidas en comunidades dispersas en Suecia, Noruega, Finlandia y Rusia- son la pesca y el pastoreo de renos, que se verán afectados por el proyecto ferroviario. El tren ártico impedirá la migración de renos en busca de comida a lo largo del año.[3]

Los representantes de los pueblos sami han venido denunciando el impacto negativo de la industria extractiva en sus territorios, que ha sido posibilitado por la Ley de Minería de Noruega y la Ley de Minerales de Suecia. La destrucción de su hábitat, aunada a los impactos del cambio climático, está atentando contra la sobrevivencia de este pueblo indígena. Las capas de hielo que están empezando a cubrir las praderas de sus territorios hacen más difícil la obtención de líquenes para alimentar a sus renos, lo que ha obligado a muchos de ellos a migrar a las ciudades y convertirse en trabajadores precarizados.

Pero los problemas del pueblo sami no son solo problemas locales de pequeñas comunidades aisladas, los grupos ecologistas han documentado cómo el ártico funciona como un aire acondicionado global, del que depende el clima del planeta. Los megaproyectos extractivistas y el calentamiento global  han causado la pérdida de tres cuartas partes del hielo de esa región en los últimos treinta años, con la consiguiente destrucción de la flora y la fauna que ahí habitan.[4] Los pueblos sami, al defender su hábitat, están contribuyendo a salvarnos a todos. El intercambio de saberes y experiencias entre los pueblos sami y la delegación zapatista, nos permitirá acercarnos a una realidad de la que poco sabemos, a pesar de la relación estrecha que tiene con nuestro futuro.

Las Resistencias al Gasoducto Adriático Trans (TAP)

Otra de las organizaciones que recibirá a la delegación zapatista es el colectivo NoTAP, integrado por comunidades del sur de Italia que se oponen a la construcción de un megaproyecto energético, conocido como Gasoducto Adriático Trans (TAP por sus siglas en italiano).  Se trata de un gasoducto, que tendrá una longitud de 878 kilómetros, de los cuales 550 pasarán por territorio griego, 215 por territorio albanés, 105 por el fondo del mar Adriático y 8 kilómetros por territorio italiano. Un megaproyecto energético, con un costo de unos 4.500 millones de euros, de los cuales 3.900 millones han sido proporcionados por el Banco Europeo de Inversiones, es decir, que los contribuyentes de la Unión Europea están pagando por un proyecto que va en contra de los acuerdos climáticos firmados por sus gobiernos.[5]

El colectivo NoTap es un movimiento heterogéneo, integrado por alcaldes, agricultores, pescadores, empresarios locales, madres, abuelas, estudiantes y habitantes de orígenes políticos y socioeconómicos muy diversos, que se han articulado para frenar la construcción del oleoducto, bajo el lema:  “Ni aquí ni en otro lugar”.  Iniciado en las comunidades de Melendungo y San Foca, en la región de Puglia, en el sur de Italia en el 2011, el movimiento se ha ido extendiendo, utilizando estrategias de desobediencia civil pacífica, para parar la destrucción de olivares en la zona de impacto del megaproyecto.

Muchos de los participantes han sido criminalizados, pagando multas altísimas por impedir con sus cuerpos el paso de la maquinaria pesada de la empresa multinacional que construye el oleoducto.  Se trata de una lucha en defensa de la vida, similar a la que la población yaqui ha realizado en México contra el gasoducto Agua Prieta que pretende destruir su hábitat.[6] Ana María, una abuela jubilada italiana que participa en NoTap, describe su lucha como “La defensa de mis derechos, y los de mis hijos y nietos, la defensa de la tierra que fue de mi padre y mi abuelo, la lucha por el derecho a un futuro, a un medio ambiente sano, a dignidad… estos son mis únicos defectos.[7]

Podríamos preguntarnos, ¿qué relación pueden tener estas luchas con nuestros problemas locales? ¿Qué hacen los zapatistas visitando a estos campesinos criminalizados? Si revisamos con detenimiento los documentos y manifiestos del movimiento NoTAP, nos damos cuenta de que es también una lucha contra los combustibles fósiles contaminantes que están causando el colapso climático que nos afecta a todos. En un momento en el que resulta urgente reducir las emisiones de carbono y poner fin a la inversión en energía fósil, la construcción de gasoductos atenta contra todo el planeta.  Se trata del mismo modelo extractivista que saquea las comunidades locales para enriquecer a empresas multinacionales, que enfrentan los pueblos mayas de México y Guatemala, y contra el que luchan actualmente los pueblos de Morelos.

Es también una lucha por la defensa de la democracia, pues los gobiernos deben responder a las demandas y necesidades de sus ciudadanos y no de las corporaciones multinacionales que solo buscan su ganancia. En resumen, las luchas del pueblo italiano en el Adriático son también nuestras luchas, pues desde sus olivares, parcelas y comunidades, defienden el planeta que está en peligro. Esto lo tiene claro el internacionalismo zapatista, que ha decidido cruzar mares y fronteras para aprender de sus luchas.

Una Zona a Defender (ZAD) en Francia

Otras de las visitas agendadas por la delegación zapatista es a la región agrícola de Notre-Dame-des-Landes, en el oeste de Francia, en donde activistas y defensores del territorio lograron detener, en el 2018, la construcción de un aeropuerto en tierras agrícolas.

Resignificando el nombre de Zone d´Aménagement Différé (Zona de Ordenamiento Ulterior) por Zona A Défendre (Zona a Defender), los habitantes de esta región han venido defendiendo sus tierras desde los años setentas, contra la expropiación gubernamental de unas mil doscientas hectáreas para la construcción del tercer aeropuerto más grande de Francia, que conllevaría también el desarrollo urbano en sus tierras agrícolas. Esta lucha exitosa ha implicado la construcción de espacios asamblearios en los que participan ecologistas, campesinos, ciudadanos, amas de casa y estudiantes, fortaleciendo el tejido social.

Durante varios años, esta articulación de resistencias ocupó el territorio a defender con carpas y desarrolló lo que se conoce como “Asambleas de los usos”, en las que se discutían y resolvían los problemas comunitarios. El 18 de enero del 2018, el gobierno francés finalmente canceló el proyecto del aeropuerto, desalojando por la fuerza a quienes ocupaban el territorio y causando divisiones entre los participantes.[8]

Sin embargo, el ZAD se ha convertido en una organización para la gestión colectiva del territorio, que ha utilizado los años de aprendizajes políticos durante la lucha contra el aeropuerto para fortalecer las formas comunitarias de toma de decisiones y democratización de la vida social. Los activistas del ZAD han viajado a México en varias ocasiones e intercambiaron experiencias con el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, de Atenco, en su lucha contra el aeropuerto de Texcoco.  En el 2014, una delegación del ZAD participó en el Festival Mundial de las Resistencias y de las Rebeldías, organizado por el EZLN y el CNI, compartiendo experiencias con los pueblos indígenas de México. Ahora les tocará a ellos recibir a la delegación zapatista y mostrarle los retos y logros que han tenido durante todos los años en los que han resistido el despojo y la destrucción de sus tierras agrícolas.

Un internacionalismo abierto a la solidaridad

Podríamos continuar nuestro recorrido por los espacios de resistencia que visitará el Escuadrón 421, sin embargo, los límites periodísticos de mi colaboración no me lo permiten. Su compromiso internacionalista los llevará a reunirse con las organizaciones Extinction Rebellion y Stop HS2 en Reino Unido, que resisten a la construcción del proyecto ferroviario de alta velocidad High Speed Two (HS2) y otros megaproyectos de despojo en ese territorio; con la articulación de resistencias contra la precarización de la vida en territorio Español, que incluyen a integrantes de las llamadas Mareas Blancas y Verdes, en defensa de la salud y la educación pública y contra la privatización de estos servicios; con los Sindicatos de Manteros, que defienden los derechos de los vendedores ambulantes migrantes; con las Kellys, organización de trabajadoras del sector turístico, que defiende el salario digno y la seguridad social de las camareras; con organizaciones de defensa de migrantes, entre otras muchas. En Grecia se reunirán con organizaciones de Okupas, que han recibido en sus espacios a los refugiados de distintas regiones de África y Asia, promoviendo una cultura de la solidaridad. Estas experiencias tienen mucho que enseñarnos para confrontar la xenofobia contra los migrantes centroamericanos, que se ha profundizado en México en los últimos años.

Quisiera cerrar señalando que la travesía que hoy inician los zapatistas será una experiencia que nos traerá las voces y sentires de colectivos que luchan localmente por la defensa de la vida. El internacionalismo del EZLN es un ejemplo de las estrategias políticas transfronterizas y las alianzas globales, que urge desarrollar en este momento histórico de crisis planetaria. Si no nos salvamos juntos y juntas, tendremos pocas posibilidades de seguir existiendo y de mantener y cuidar el mundo en que habitamos.


[1] Ver https://es.statista.com/estadisticas/1095779/numero-de-muertes-causadas-por-el-coronavirus-de-wuhan-por-pais/

[2] Ver ttps://www.unep.org/es/noticias-y-reportajes/reportajes/seis-datos-sobre-la-conexion-entre-la-naturaleza-y-el-coronavirus

[3] https://elpais.com/internacional/2019/04/13/actualidad/1555146166_442828.html

[4] Ver la Campaña de Greenpeace “Salvemos el Artico” http://archivo-es.greenpeace.org/espana/es/Trabajamos-en/Frenar-el-cambio-climatico/Salva-el-Artico/

[5] https://es.globalvoices.org/2017/05/23/protestas-en-italia-salvan-de-la-tala-a-cientos-de-arboles-antiguos-para-construccion-de-gasoducto/

[6] En otro de mis artículos de Rompeviento he analizado la defensa territorial del pueblo yaqui contra el oleoducto ver https://www.rompeviento.tv/la-vocera-una-ventana-a-las-resistencias-indigenas/

[7] https://www.themovementhub.org/es/stories/notap-resistance/

[8]  https://zad.nadir.org/spip.php?article5986



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