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Entrevista a Ian Angus - Ecosocialismo o barbarie
Viento Sur
2020-05-17

Cuéntanos un poco tu trayectoria biográfica y política. 

Nací en Canadá, donde he pasado toda mi vida. En la adolescencia me sentí atraído por las revoluciones cubana y vietnamita, y siendo aún estudiante me hice activista de la izquierda marxista. Participé en la organización de manifestaciones contra la guerra y en el apoyo a refugiados latinoamericanos en los años sesenta y setenta, y durante ese tiempo escribía con regularidad en revistas socialistas de Canadá y Estados Unidos. Mi primer libro, publicado en 1981, fue Canadian Bolsheviks, una historia de los primeros años del Partido Comunista en Canadá.

Como socialista y marxista, ¿cuándo oíste hablar del cambio climático por primera vez? ¿Cuáles fueron los libros, los acontecimientos y los asuntos que llevaron tu atención a estas cuestiones?

Siempre he estado muy interesado en la ciencia, y es por ello que hace mucho que sigo debates y temáticas medioambientales; no estoy seguro de cuándo pensé en el cambio climático como una preocupación particular. Sin embargo, en los años noventa me interesé en discusiones y debates sobre la posibilidad de un análisis marxista de la crisis ecológica global. Leí libros y artículos de una amplia variedad de investigadores ecologistas, socialistas y marxistas, y durante algún tiempo estuve de acuerdo con la idea de que Marx y Engels no tenían mucho que decir sobre la naturaleza, o que lo que dijeron era inadecuado o incluso que estaban equivocados. Mi momento de inspiración fue cuando leí La ecología de Marx, de John Bellamy Foster. A diferencia de otros escritores, Foster iba a las raíces, mostrando en detalle lo que Marx había dicho sobre la agresión del capitalismo a la naturaleza y cómo se relacionaba con su visión materialista del mundo. Marx analizó la gran crisis medioambiental de su tiempo –el declive de la fertilidad de los suelos en Inglaterra y en Europa– e identificó la fuente de ello como una ruptura provocada por el capitalismo en lo que él denominó el “metabolismo universal de la naturaleza”. Tal y como Foster mostró, ese concepto de ruptura o “grieta metabólica” nos ofrece un marco indispensable para entender las crisis ecológicas actuales.

Este análisis, y el trabajo en la misma línea de Paul Burkett en Marx and Nature me convencieron completamente. Después de escribir una serie de artículos sobre temas medioambientales, impulsé la revista online Climate & Capitalism en 2007, y ese mismo año participé en la construcción de la Red Internacional Ecosocialista (Ecosocialist International Network, EIN). Junto con Michael Löwy y Jel Kovel, escribí el Segundo Manifiesto Ecosocialista (conocido también como la Declaración Ecosocialista de Belém), en 2008. La EIN tuvo una vida breve, pero fue un primer paso importante: creo que la recientemente creada Red Global Ecosocialista promoverá la construcción de los movimientos sociales amplios que necesitamos.

Hace unos años escribiste Facing the Anthropocene: Fossil Capitalism and the Crisis of the Earth System, ¿podrías hablarnos de los argumentos de tu libro, del concepto de Antropoceno como la marca de una nueva época geológica e histórica?

En las últimas décadas el conocimiento científico de nuestro planeta ha cambiado radicalmente. Un número cada vez mayor de investigaciones ha puesto el foco no sólo en problemas medioambientales concretos, sino en el planeta en su conjunto, y ha demostrado que el sistema tierra está cambiando rápidamente y de manera radical. Las condiciones medioambientales que prevalecían desde la última edad de hielo –las únicas condiciones en las que las civilizaciones humanas han existido– están siendo barridas. El cambio climático es el ejemplo más obvio: el nivel de dióxido de carbono en la atmósfera es ahora mucho mayor que en cualquier período de los últimos dos millones de años. Ello, junto con otros cambios radicales ha llevado a muchos científicos a la conclusión de que ha comenzado una nueva época en el sistema tierra. Llaman a esa nueva época el Antropoceno, y hay un amplio acuerdo de que el cambio decisivo hacia estas nuevas condiciones se produjo a mediados del siglo XX. En Facing the Anthropocene, intenté mostrar cómo los grandes cambios del capitalismo durante y después de la Segunda Guerra Mundial provocaron los cambios globales que los científicos han identificado. Básicamente, la grieta metabólica que Marx identificó ha pasado a ser una conjunto de grietas globales interrelacionadas, unas inmensas rupturas en los sistemas que sostienen la vida en el planeta Tierra.

Esta crisis amplia, global, es el problema más importante en este momento. Hubo un tiempo en el que los socialistas podían tratar legítimamente el daño ambiental como uno de los muchos problemas del capitalismo, pero eso ahora ya no es cierto. Luchar para limitar el daño causado por el capitalismo hoy, y construir socialismo en las condiciones del Antropoceno, va a requerir de cambios que nunca se hubieran imaginado ningún socialista del siglo XX. Entender estos cambios y prepararnos para ellos tiene que ser la prioridad número uno de nuestra agenda socialista.

Tengo que reconocer que me ha congratulado la acogida que ha tenido Facing the Anthropocene. Va ya por la tercera edición, ha pasado a formar parte de la lista de libros obligatorios en muchos programas universitarios de Ciencias Ambientales, y ha sido traducida a varias lenguas.

Se ha hablado mucho del Green New Deal, que se remonta a los programas públicos, reformas financieras, y regulaciones que aprobó el presidente de Estados Unidos Franklin Roosevelt en la década de 1930. Se nos dice que un nuevo New Deal, radical y verde tiene que ser aprobado actualmente, supuestamente movilizando todos los recursos de los Estados para evitar la catástrofe medioambiental. ¿Qué opinas de estas propuestas, defendidas por Naomi Klein y otros ecologistas?

En Estados Unidos, donde se acuñó el término, la etiqueta Green New Deal está siendo empleada por un amplio número de políticos y activistas para defender propuestas muy diversas. Los planes Green New Deal van desde reformas liberales del sistema fiscal a propuestas de un Estado de bienestar de corte socialdemócrata, incluyendo en algunos casos la nacionalización de las industrias energéticas. Y aún se promueven versiones diferentes en otros países, particularmente en Canadá y Reino Unido. Ninguna de ellas supone un desafío para el sistema capitalista como tal, pero además, es difícil hacer valoraciones generales sobre su contenido; tienes que analizar qué significa cada uno de los proyectos que presentan. Los detalles son importantes, pero bajo mi punto de vista es mucho más importante aún si un proyecto de corte Green New Deal puede movilizar personas fuera de los pasillos del poder. En palabras de Marx, “cada paso de un movimiento real es más importante que una docena de programas”. Y como Naomi Klein dice, “ahora sólo los movimientos sociales pueden salvarnos”.

Lo que en realidad vemos por parte de la mayoría de los líderes políticos y Organizaciones no Gubernamentales son planes verticales diseñados para persuadir a los políticos y los funcionarios, empleando la acción extra-parlamentaria como cortina de humo, o instrumentalizándola hacia el apoyo electoral a los políticos liberales. Es una fórmula pensada para vencer. En eso consiste en Green New Deal: es papel mojado.

Pero, habiendo dicho esto, el creciente interés por soluciones ecológicas es un signo positivo. Hace unos pocos años hubiera sido imposible para Alexandria Ocasio-Cortez lograr que se escuchara su versión del Green New Deal; no digamos ya que fuera apoyada por otros diputados y que el tema tuviera cabida en importantes debates en la prensa y en otros medios. Ello no significa conseguir los cambios que necesitamos, pero muestra que algunos de nuestros dirigentes empiezan a sentir el calor de las protestas y movilizaciones. Así que, incluso si esa no ha sido la intención de sus autores, la idea de un Green New Deal puede ayudarnos a que la gente salga a la calle.

Roape es una revista y una página web de economía política crítica, focalizada en África. ¿Puedes contarnos un poco de la extensión de la crisis climática en el continente y en el Sur Global de manera más general?

Hay un capítulo en Facing the Anthropocente titulado “No estamos para nada juntos en esto”. El continuo saqueo brutal en África es una clara evidencia de ello. Las personas y los países que tienen la menor responsabilidad por el calentamiento global son ya su principal victima. Es un cliché ecologista el lema de que todos estamos en el mismo barco en el globo terráqueo, pero en realidad, unos pocos viajan en primera clase, con asientos reservados en los mejores botes salvavidas, mientras que la mayoría van en cubierta, en bancos de madera expuestos a la intemperie, y sin acceso a los botes salvavidas. El apartheid ambiental es la norma en el Antropoceno.

Si el capitalismo fósil sigue siendo dominante, el Antropoceno será una nueva era de gobierno salvaje controlado por unos pocos y un terrible sufrimiento para la mayoría, especialmente en el Sur Global. Ese es el motivo de que la cabecera de Climate & Capitalisme lleve adaptado el eslogan de la famosa llamada de Rosa Luxemburgo a la resistencia para impedir el desastre de la Primera Guerra Mundial, “Ecosocialismo o barbarie: No hay una tercera vía”.

El activismo militante ecologista sacudió el mundo entero el año pasado, teniendo niños y jóvenes un papel central en las huelgas y protestas. ¿Qué podrías decirnos del papel y la importancia del activismo, y de cómo estos movimientos necesitan vincularse a grupos más amplios y una política anticapitalista?

Como decía, efectivamente, la tarea que tenemos por delante es construir movimientos sociales amplios en las calles, fuera de los pasillos del poder. Deberíamos dar por hecho que esos movimientos no serán perfectos de acuerdo a una teoría y adoptarán formas inesperadas. Nadie que yo conozca hubiera predicho las dimensiones del movimiento juvenil de huelga mundial por el clima que inició Greta Thunberg, ni el impacto del movimiento Extinction Rebellion en Reino Unido, pero ambos son ejemplos significativos de lo que se puede hacer.

En Canadá, las campañas más efectivas están siendo dirigidas por pueblos indígenas que luchan por proteger sus tierras ancestrales de la explotación llevada a cabo por las industrias del gas y el petróleo. Hace poco, en sus protestas y piquetes lograron cortar las principales vías de tren del país, forzando a que el gobierno tuviera que negociar con el pueblo Wet’sunwet’en, que está luchando para mantener un gasoducto de gas natural fuera de sus tierras.

En situaciones así, lo peor que pueden hacer los socialistas (y lamentablemente muchos radicales puristas hacen exactamente esto mismo) es echarse a un lado, criticando el movimiento porque sus demandas no sean suficientemente reivindicativas, o porque los activistas tengan ideas irreales sobre lo que es posible conseguir con el sistema actual. Tenemos que recordar la famosa explicación de Marx de que la gente no cambian sus ideas y después cambia el mundo: cambian sus ideas en la acción de cambiar el mundo.

Los ecosocialistas necesitamos ser participantes activos y constructores de un movimiento conectado con la realidad; y a medida que lo hacemos, tenemos que explicar con paciencia la necesidad de un cambio radical, mostrando que la crisis ecológica global es en realidad una crisis del capitalismo global, y que no será posible construir soluciones sostenibles mientras el capitalismo siga dirigiendo este planeta.

Junto a mi escritorio tengo el famoso aforismo del Gramsci “Pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad” porque para mí define lo que tiene que ser la actitud ecosocialista en nuestro tiempo. El capitalismo es poderoso y sabemos que es realmente posible que ocurra un desastre, pero no podemos rendirnos a la desesperación. Si luchamos, puede que perdamos; si no luchamos, perderemos. Una lucha consciente y colectiva para parar el tren al infierno que significa el capitalismo es la única esperanza de un mundo mejor.

Muchas personas establecen un vínculo entre la crisis climática, el capitalismo y el surgimiento de la Covid-19. ¿Podrías describirnos de qué manera, en tu opinión, están estrechamente relacionados estos temas?

Hace tres años, la Organización Mundial de la Salud, recomendó a los organismos de salud pública que se prepararan para lo que ellos llamaron la “Enfermedad X”: la probable emergencia de un nuevo patógeno que causaría una epidemia global. Ninguno de los países ricos respondieron a ese consejo; continuaron sus políticas neoliberales de austeridad, reduciendo el gasto en investigación y servicios de salud. E incluso ahora, cuando la Enfermedad X ha llegado, los gobiernos están gastando más dinero en rescatar bancos y empresas petroleras que en salvar vidas.

Toda una serie de nuevas enfermedades zoonóticas (virus, bacterias y parásitos que pasan de la vida silvestre a los humanos y animales domésticos) están emergiendo por todo el mundo porque el capitalismo está arrasando los bosques primarios reemplazándolos con monocultivos de los que obtener beneficio.

En los ecosistemas desestabilizados resultantes hay más oportunidades para que enfermedades como el Ébola, el virus del Zika, la Gripe porcina, otras nuevas gripes, y ahora Covid-19 contagien las comunidades cercanas.

El calentamiento global empeora la situación al permitir (o forzar) a los patógenos que abandonen áreas aisladas donde habían existido pasando desapercibidos durante siglos enteros o mayor tiempo. El cambio climático, además, debilita los sistemas inmunitarios de las personas y los animales, haciéndolos más vulnerables a las enfermedades, y con más probabilidades de experimentar complicaciones extremas. En definitiva, el capitalismo pone el beneficio por delante de las personas, y eso nos está matando.


Review of African Political Economy


 

Ian Angus es editor de la revista online Climate & Capitalism, y autor de varios libros, incluyendo Facing the Anthropocene y A Redder Shade of Green, ambos publicados por Monthly Review Press. Es miembro fundador de la Red Global Ecosocialista

 



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