Los análisis sobre la violencia machista pueden contribuir a conceptualizarla para combatirla, pero tienen el peligro de considerarla una categoría de comportamiento psicológicamente diagnosticable y no lo que es: violencia política.
Ilustración de Evgeny Gromov (iStock).
Quienes se dedican a analizar la violencia machista científicamente te cuentan que tiene tres fases: la de tensión, la de explosión o agresión y la de arrepentimiento o luna de miel.
La de tensión es, básicamente, cuando se le hinchan los cojones, la de agresión es cuando te tortura y la de luna de miel es cuando intentas sobrevivir hasta la próxima.
Muchas facultades y algunas investigadoras -y los pocos investigadores que eligen un campo tan feminizado para que acaben destacando por mediocres que sean, aunque sea a costa de la irrelevancia y el desprecio académico- se empeñan en explicar desde la perspectiva de la Sociología, la Psicología, la Psiquiatría, la Medicina u otras ciencias más o menos exactas las razones por las que los hombres de todas las culturas pegan, torturan, violan y asesinan a las mujeres.
Pero ni con la Etología lo podrían explicar.
Por lo mismo que no se puede dar una explicación científica a la esclavitud, al fascismo, al sionismo, a la acumulación del 80 por ciento de la riqueza en el uno por ciento de la población mundial, a la violencia policial o la tauromaquia. Porque son políticas.
Porque no son comportamientos desviados de conductas comprensibles que se puedan aislar y analizar, explicar y prevenir.
Son elecciones personales conscientes y voluntarias. Lo único que las diferencia de las actuaciones consideradas intolerablemente crueles es el apoyo popular. A la gente le puede parecer mal, ojo, pero si le parece “lo de siempre”, que “no se puede hacer nada” o “no es para tanto”, o “cada pareja es un mundo” se puede desarrollar en completa impunidad; porque la sociedad, la cultura, la gente, la universidad de la vida, el mundo real te ha dado la inmunidad.
Con la violencia machista, por ejemplo, la vas a tener que matar delante de testigos, entregarte a la policía y asegurar que no has albergado ni una pizquita de arrepentimiento para que se te caiga realmente el pelo. A no ser que seas muy guapo, muy rico o muy español (de los blancos, de los payos payos) que entonces igual todavía hay quien te entiende o quien te defiende, y libras.
Seguramente Lenore Walker tenía las mejores intenciones cuando acuñó el concepto “ciclo de la violencia” en su libro The Battered Woman, en 1979, y es probable que Walker intentara hacer una aportación a la lucha feminista, pero mi querida Lenore -no te lo vas a creer- es una señora blanca que nació en Nueva York en los años 40 y fue a la uni y se hizo investigadora y le agradecemos mucho su trabajo, pero ya estaría.
En la violencia machista no hay fases, hay niveles de peligro. Está el peligro evidente pero relativamente manejable de las mujeres lo suficientemente privilegiadas como para no estar sometidas económicamente a ningún hombre y lo suficientemente afortunadas como para no tener un proyecto de vida común con ningún hombre (y dirás tú, te falta lo suficientemente politizadas como para no tener una relación con un hombre machista; y yo te diré, no flipes) de manera que solo están expuestas a las agresiones, las violaciones y el feminicidio de manera esporádica, en parte protegidas y en parte amenazadas por el azar. Y está el peligro extremo de las que viven encerradas entre las paredes de la precariedad, la anulación psicológica, las presiones de la heteronorma y el fentanilo del amor romántico (hetero). Y todas estamos en algún punto en el medio de ambos.
Y si estás ahora pensando que se me ha ido de las manos, que no estoy bien, que no es tu caso, te remito a la primera encuesta del CIS sobre igualdad (la primera, ¿eh? en 2024, ¿eh? en el paraíso feminista que es este Reino de España) cuyas cifras señalan que “más del 44 por ciento de los hombres cree que la promoción de la igualdad ha llegado tan lejos que ahora se les discrimina a ellos”. El tuyo es de estos. Porque piensa en los que no lo han dicho, pero lo creen. Y en los que creen que no lo creen. Y echa cuentas.
Según la teoría de Walker, aceptada alegremente por áreas de Igualdad, instituciones y academias que quieren cambiar sin molestar -como algunas políticas-, en la fase de la luna de miel “el agresor se arrepiente, pide perdón, busca excusas para explicar su conducta, hace promesas de cambio, hace regalos, da muestras de importarle la pareja, la familia, fomentando la idea de cambio e incluso puede ir a tratamiento. Su fin es mantener la relación. Por ello, muchas mujeres retiran la denuncia y minimizan el comportamiento agresivo y perduran en el tiempo”. Vamos, que respira, come y caga y se comporta como un humano.
Esa es la clave para mí. Llamar LUNA DE MIEL a que un explotador, torturador, violador y ladrón (que siempre está a una hostia de ser asesino), que es -además- incapaz de las tareas más básicas para sostener su propia supervivencia, se comporte como una persona y “busque excusas para explicar su conducta”, haga regalos, o dé “muestras de importarle la pareja, la familia”. Como a la gente, ¿sabes?
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Porque cuando llevas años, incluso décadas, sometida a la tortura psicológica diaria llega un momento en el que que no te maltraten de forma directa y violenta te parece una fantasía. Después de una cotidianidad de gritos, humillaciones, te lo mereces, a ti quién te va a querer, mira lo que me haces hacer, confundes las violaciones con el sexo, y el infierno con el cielo y la ausencia puntual de agresiones directas con una luna de miel, aunque tú también sabes quién es la tira insecticida y quién la mosca.
Qué luna de miel ni qué hostias. Lo que pasa es que hasta las áreas de Igualdad, instituciones y academias que quieren cambiar sin molestar -como algunas políticas- saben que la violencia machista es un síntoma inevitable de la enfermedad degenerativa del capitalismo. Sin heteronorma no hay familias, sin familias no hay cuidados gratis y sin cuidados gratis no hay masculinidad, lo que performan esos inútiles que solo saben mover el culo para trabajar por dinero y que solo saben usar la violencia contra quienes perciben más débiles. Al jefe, ni chistar, pero a la parienta, la contraria, la contraparte, a esa, todos los gritos y las ostias que te permita, sin dejar de hacerte la cena. Y todos los chistes sobre la condena de tener mujer mientras trabaja para ti y te limpia la mierda y la fruta y el sable, campeón. Y así se bruñen las esposas hasta que parecen adornos.
Qué luna de miel ni qué hostias. Aprender a contener, a adivinar, a disimular el terror de recibir cada regalo, que sabes que no es para que perdones una hostia sino para que te prepares para la siguiente, cada caricia, que sabes que no es para que olvides cada violación sino para que te prepares para la siguiente. Aprender a creer que el cielo en un infierno cabe. Como decía el puto Lope de Vega, que eso es amor, que “quien lo probó lo sabe”.
Porque para qué vamos a hacer una cultura que hable de mujeres libres o de mujeres asesinas, en su defecto, ¿sabes? Que a Despentes por poco la meten en la cárcel por Baise-moi y desde entonces no ha habido unas buenas vengadoras sanguinarias, ni siquiera en la ficción, que acaban todas muertas. Como todas.
Qué luna de miel ni qué hostias. Que todas pensáis que si estuvierais en una relación de maltrato os daríais cuenta y os iríais, pero lo que no sabéis (espero) es que ningún maltratador empieza por lo físico, que es lo más evidente, y que cuando te hace algo que te parecería una red flag en condiciones normales de autoestima y salud psicológica tú ya estás en la mierda y recibes como un regalo cualquier interacción que te recuerde que eres una persona (y él también); como la policía en las películas cuando le dan un cigarro al torturado (me ha dicho que en la realidad no hacen eso); como los nazis cuando sonreían a las niñas que no sabían que iban a ser horneadas; como los centros de tortura que tienen un médico para que no te mueras.
“Por ello, muchas mujeres retiran la denuncia y minimizan el comportamiento agresivo y perduran en el tiempo”. Minimizan el comportamiento agresivo, ¿sabes? ELLAS
Y esta es la trampa inasumible en la que todas las que llevamos décadas tratando de combatir la violencia machista hemos caído: tratar de explicarla. Y ahora sabemos que la violencia machista solo tiene una explicación y es ideológica.
De “ideología”: conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad o época, de un movimiento cultural, religioso o político, etcétera.
Todas las herramientas para señalar, visibilizar, conceptualizar, teorizar y combatir la violencia patriarcal vienen del feminismo
Y la única forma en la que se combate la violencia ideológica es la lucha política, y la única forma de luchar políticamente contra todas las explicaciones que implica -y necesitan y provoca- la ideología basada en que la mitad de la humanidad nace mejor por cómo se desarrollaron sus hormonas en la séptima semana del embarazo de su madre es EL FEMINISMO.
Lo dice Nerea Barjola y yo lo aplaudo: todas las herramientas para señalar, visibilizar, conceptualizar, teorizar y combatir la violencia patriarcal vienen del feminismo. Y para eso necesitamos esquemas, textos y referencias bibliográficas. Pero las necesitamos para nutrir un movimiento que se mueve en la calle. Y la calle no es el 8M y el 25N, que también. La calle es cuestionar(te) todas las relaciones que entablas, todos los vínculos que generas, todos los polvos, todas las broncas, todas las reconciliaciones, todos los ocios, todos los trabajos, todo, desde una perspectiva en la que no seas ni explotada ni explotadora. Y esto es muy difícil, muy ingrato y dura toda la vida.
Y no hay premio.
La otra opción es creerte las milongas de las relaciones tóxicas, los locos aislados, los monstruos, los víctimas de infancias duras o de problemas, adicciones, circunstancias varias que porloquesea explican, los paralíticos emocionales y los notolmen. Pero lo cierto es que si a más de la mitad de las mujeres asesinadas las mata su pareja o expareja hombre, si la violencia machista es la principal causa de muerte no natural de mujeres jóvenes y que si todas las mujeres del mundo (sí, también las que dicen que no) hemos desarrollado estrategias de autodefensa para la vida que son para defendernos única y exclusivamente de los hombres heterosexuales (sí, del tuyo también, porque igual a ti no te da miedo -ilusa- pero a otras se lo da, seguro; y con razón) y si la Organización Mundial de la Salud (ese lobby feminazi) dicen que la violencia contra las mujeres tiene dimensiones de pandemia, pues igual tenemos que empezar a hablar de violencia unidireccional, colectiva, estructural, sistemática, sistémica y política.
Ya te dice Assata Shakur que “nadie en la historia ha conseguido nunca su libertad apelando al sentido moral de sus opresores”; y yo te digo que tampoco apelando al análisis psicológico de su comportamiento.
Ni luna de miel ni hostias.
Contenido Original por Pikara Magazine