Este breve ensayo pretende poner en diálogo algunos aspectos desarrollados en el proyecto «Territorios en Conflicto»1 desde el enfoque de capacidades (Dubois, 2019), más específicamente el proceso de desarrollo de las capacidades y las capacidades colectivas, y la hermenéutica feminista de las epistemologías del Sur (Cunha y Casimiro, 2019) respecto a la generación de alternativas de vida colectivas para el bienestar.
Ambos enfoques plantean claves importantes en la persecución de objetivos que contribuyen al bienestar. Plantean que es fundamental hablar de bienestar colectivo y capacidades colectivas, y manifiestan que las propuestas de alternativas de vida, no pueden proponerse desde la neutralidad, sino que requieren de una referencia normativa y ética; y también inciden en que no puede haber injerencia de personas externas, por lo que el proceso es propio del colectivo (carácter endógeno).
Una capacidad considerada central para las alternativas de cambio, es la capacidad de análisis y visión de futuro. Es fundamental que el colectivo defina qué entiende por bienestar y los objetivos que quiere alcanzar, puesto que serán el marco normativo y la guía que orienten las acciones de cambio y transformación social. Es necesario abordar el bienestar colectivo como objetivo en sí mismo y no sólo como un medio para alcanzar el bienestar individual y ambos enfoques vinculan la justicia social y cognitiva con el bienestar. Sin embargo, los aportes feministas van más allá y consideran que sin justicia sexual no puede haber bienestar. Vivimos en realidades complejas y cambiantes, por lo que el análisis contextual debe ser dinámico y necesita formular nuevas categorías (como es la justicia sexual) capaces de entender lo que ocurre y proponer alternativas de vida colectiva. Entonces, queda preguntarse de qué contextos parten las personas que buscan construir alternativas de vida colectivas para el bienestar. Y es que se parte de sociedades insertas en sistemas capitalistas, coloniales y heteropatriarcales, que reproducen desigualdades sociales, exclusión de colectivos, silenciamiento de voces (sociología de las ausencias), destrucción de modos de vida y naturaleza, utilización de la violencia y la opresión, etc. Hay que tomar en cuenta la interseccionalidad, dado que hay muchas identidades que se cruzan y existen dobles, triples y cuádruples discriminaciones basadas en sexo, raza, identidad, clase social, religión, etc. Por ejemplo, no es lo mismo la discriminación a la que se enfrenta una mujer de clase social media y blanca, que una mujer pobre, campesina, negra e inmigrante, sin ánimo de desvalorizar la situación de la primera mujer, ya que ambas discriminaciones son igual de repudiables. Estas dinámicas destructivas, suceden a nivel macro (desde el poder hegemónico hacia la ciudadanía, implicando la relación con las instituciones públicas, etc.) y a nivel micro (en las relaciones interpersonales dentro de las comunidades, familias, etc.). El poder busca homogeneizar la sociedad, destruir la diversidad, que haya un solo discurso construido desde el antropocentrismo y androcentrismo. Son contextos que se resisten al cambio, porque quieren mantener el statu quo que favorece el poder de unos pocos frente a las mayorías. Ese statu quo machista basado en la repartición desigual del trabajo, una economía basada en la mercantilización de la vida y la naturaleza, etc.
Hay una necesidad imperativa de salir de la lógica del bienestar basada en la acumulación de capital y el individualismo. El enfoque de capacidades destaca que el bienestar se define desde las capacidades de las personas, y no de los recursos económicos. Las epistemologías del Sur por su parte, rescatan el valor de los conocimientos que se crean y tejen desde las experiencias de sufrimiento vividas por las violencias perpetradas por los tres sistemas opresores mencionados. Estas experiencias son vividas por millones de personas en el planeta, con una diversidad inmensa de identidades culturales, sexuales, económicas, etc., entre las cuáles se encuentran mujeres y niñas. Todas ellas son personas y colectivos agentes de cambio, que gracias a su capacidad de resiliencia, día a día practican alternativas de vida resistiendo al poder dominante y construyendo narrativas emancipadoras y de esperanza (ésta última, la rescata el enfoque feminista como categoría epistemológica). Hay sabidurías muy ricas en el Sur (metafórico, Santos 2014), construidas desde las subjetividades y la creatividad, que hacen parte de las capacidades colectivas disponibles, para utilizarlas en la construcción de alternativas de vida (sociología de las emergencias). Desde la traducción intercultural y la ecología de saberes, se promueven diálogos y aprendizajes de sabiduría basados en la solidaridad, la horizontalidad, el reconocimiento y la humildad, para la cocreación de alternativas colectivas, contrahegemónicas, sostenibles, diversas, etc. Rompe la visión universalista del Norte de que el único conocimiento válido, es el científico y tecnócrata. Hay otros conocimientos basados en principios morales y éticos derivados de las prácticas sociales, espirituales, culturales, etc. que son igualmente válidas, pero que son desvalorizadas, ignoradas, silenciadas y discriminadas por los que ostentan el poder (sociología de las ausencias). Aquí las mujeres tienen mucho que decir y enseñar, ya que son las que lideran muchas de las acciones alternativas y las que más promueven la transmisión de los conocimientos y la sabiduría, tanto a las siguientes generaciones como a la comunidad. De hecho, las epistemologías del Sur no sólo plantean reconocer que el Sur existe, sino que hay que ir al Sur y hay que aprender y accionar con él. No se debe olvidar la dimensión política, pues se busca el cambio para el bienestar (artesanía de las prácticas), lo que implica la capacidad del colectivo para tomar decisiones en contextos cambiantes y complejos; capacidad de adaptación y renovación ante la impredecibilidad y la incertidumbre; y unido a este último, la capacidad de reflexión autocrítica. Es importante que en la reflexión se mire en todas direcciones, incluyendo el colectivo mismo, porque los propios movimientos generadores de alternativas suelen reproducir discursos y prácticas sexistas de manera consciente o inconsciente. Las estructuras de poder y los privilegios, también se encuentran dentro de los colectivos que intentan transgredir la dominación hegemónica y toca hacer frente a todo ello.
Para finalizar, quiero recalcar que el enfoque de capacidades debería recoger un aporte clave del feminismo, que es la lectura de cómo el capitalismo ha resignificado el trabajo, concepto que tenía como eje central la vida y todo lo que la sostiene, y la ha supeditado a la economía, creando la dualidad entre el trabajo productivo (dentro del sistema económico) y reproductivo (fuera del sistema económico). ¿Cómo podría subsistir la actividad productiva sin la reproductiva? Como apunta la hermenéutica feminista de las epistemologías del Sur, las actividades consideradas reproductivas son realmente productivas y las mujeres son sus principales hacedoras, siendo las que sostienen la economía de los países a través de estas actividades. Estos trabajos productivos deben ser reconocidos y valorados en la economía como tal, así como repartidos entre todas y todos por igual.
1Territorios en Conflicto, claves para la construcción de alternativas de vida. Proyecto llevado a cabo por Gernika Gogoratuz con la colaboración de Gernikatik Mundura y cofinanciado por la Agencia Vasca de Cooperación para el Desarrollo.
Ainhoa Oribe Mandaluniz. Diplomada en trabajo social y técnica de proyectos de cooperación al desarrollo. Máster en Acción Internacional Humanitaria con especialización en Conflictos, Desastres y Construcción de Paz.